FILOSOFÍA

Dejamos que la arquitectura se sostenga en los elementos que estuvieron aquí antes que nosotros y permanecerán mucho después de que partamos.
La idea, al volverse materia, busca ser eterna no por destacar, sino por arraigarse a lo que permanece inmutable, incluso cuando el paisaje cambie con el tiempo.
Conversamos con el sol, el viento y la gravedad: fuerzas complejas y permanentes. Entre ellas y el habitante colocamos solo lo esencial, lo que subraya la belleza ya existente y abre un lenguaje que la experiencia cotidiana irá enriqueciendo.
Escribimos esta arquitectura como el poeta escribe un verso: abstraemos, formulamos, reunimos y, al final, depuramos hasta quedarnos con lo mínimo necesario. Decir más con menos es la norma.
Construimos un cuerpo vivo, ligero, habitable. Un espacio que no debate ni se enfrenta a la naturaleza, sino que convive con ella. Que se deja llevar por el tránsito silencioso de la Tierra, se baña de sol, se esconde de él, abre puertas al viento y desafía suavemente las reglas que impone la física.
Una arquitectura como un verso preciso, que no hace ruido y a veces, si lo logra, roba el aliento.